lunes, 23 de septiembre de 2013

. Franco, por siempre Franco .

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Después de varias cuadras caminando tranquilamente, llegaron frente a la puerta de aquella casa antigua, con la bella cascada de enredaderas cayendo desde las ventanas y el techo. Sebastián miró los ojos celestes que estaban frente a sí y pensó que podría hundirse en ellos por una eternidad. Estaba oscuro, eran pasado las 10 de la noche y corría un viento frío que hizo que Sebastián se estremeciera. Franco lo abrazó fuertemente, lo besó y le sonrío mirándolo a los ojos. Luego de eso, Sebastián finalmente entró por la puerta mientras Franco lo despedía con un movimiento de mano.

Dentro de la casa el  ambiente era más cálido. Se quitó el abrigo y lo lanzó sobre una silla, mientras se acostaba en un sofá color madera, frente a una gran chimenea que ya contaba con un acogedor fuego que chispeaba alegremente. Sebastián tenía ojos alegres en los que se reflejaba el fuego frente a él, mientras recordaba el día que había pasado.

Franco se alejó de aquella casa antigua a paso acelerado, cerrandose la chaqueta de cuero hasta el cuello y cruzandose de brazos para evitar el aire que congelaba. Dobló una vez a la derecha, y siguió su camino. Había tenido un bonito día, como muchos en los dos años que llevaba estando con Sebastián. Lo amaba, pensó.

Luego de varias cuadras más, entró al café de una concurrida calle de la ciudad. Al cruzar la puerta, echó un vistazo a las personas presentes y luego de unos segundos, fue a sentarse a una mesa para dos que se encontraba vacía. Llegó el mozo a ofrecerle la carta, pero Franco la rechazó.

-Quiero un café cortado y una medialuna por favor. - Dijo, y miró el reloj en su muñeca izquierda. - Que sean dos medialunas y agregue un café con leche y crema.

Franco miraba ansioso la puerta del local cuando el mozo trajo el pedido. Tomó un sorbo de su café, y entonces alzó la vista rápidamente para ver entrar a un hombre alto, pelo ondulado castaño claro y rasgos angulados, que al ubicarlo con la mirada sonrió y se dirigió hasta él, sentándose en la silla.

-Gracias por venir

En la voz de Franco se notaba la alegría que sentía al ver a ese sujeto. Extendió su mano y tomó la del hombre frente a él, presionándola con cariño. Hasta ese momento no se había percatado de cuánto extrañaba a Bruno, sus ojos oscuros, su sonrisa amplia...

-Mi favorito, con leche y crema.

...y su voz, sobre todo su voz.

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domingo, 22 de septiembre de 2013

. Reir .

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Los días lo han cambiado. No hay certezas y tampoco compañías eternas. Está el, de pie frente a la vida, decidiendo que acción tomar, que camino seguir. No espera que sea el indicado para llegar al sol, sino que tenga destellos que iluminen los ojos de las personas y las hagan reir. Siempre le habían gustado las sonrisas, eso no ha cambiado.

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