domingo, 16 de mayo de 2010

. Quiebre en un día de verano

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Era la última vez que lo veía y lo sabía. Tenía el pecho pesado, no sentía el aire que respiraba, pues solo era consciente de él tomando sus cosas del cuarto, acomodando su ropa y cerrando su bolso. Era consciente de cada uno de sus movimientos porque eran los últimos que vería y sin embargo, no podía hacer nada. El amor que le tenía estaba tan dañado, que lo amaba dolorosamente.

-Ya - dijo casi susurrando.

Lo miró y pensó en todos esos días. En todos los momentos.

- Toma, se te olvidaba tu polera, estaba en la secadora - le respondió secamente, y casi por inercia, porque no sabía como era capaz de hablar aun.

Él la tomó y la puso dentro del bolso rapidamente, minimizando la tortura de aquel momento.
En el ambiente se notaba, se notaba que uno de ellos amaba y el otro no sentía nada.

-Me voy - anunció, haciendo explícito lo obvio.

-Bueno - aceptó él, sin otra cosa que decir.

Bajaron las escaleras y le abrió la puerta. Salió tras él.

-Bueno, chao - dijo dejando el bolso en el suelo y extendiendo la mano.

-Chao

Fue un apretón rápido, frío, solo para hacer más física la despedida.
Sintió su mano por última vez y la soltó. Vió como él dio la vuelta y caminó, llevando su bolso negro en su mano izquierda, dandole la espalda, terminandolo todo de una forma irrevocable.



Fue así como lo dejó, de pié en la puerta de su casa, mirando como se iba, mirandolo por última vez.

Entró a la casa, cerro la puerta tras de sí, y se derrumbó.




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